El sistema de salud argentino se ha desarrollado bajo un modelo imperfecto, no planificado y seguramente inequitativo. Aun así, es uno de los que combinaba mayor cobertura, calidad y acceso del mundo. Se trata de una ecuación virtuosa, pero insostenible. Lamentablemente, la sucesiva intervención del Estado en los últimos casi 26 años, ha minado su potencial, desalentando tanto la inversión como las vocaciones.
Este proceso fue lento pero inexorable. Cientos de leyes, decretos, resoluciones y fallos judiciales lograron que profesionales calificados abandonen las carteras de obras sociales y prepagas y que la gente no pueda pagar de su bolsillo por una cobertura a la que ya tenía derecho y, finalmente, que las instituciones vivan una situación de fragilidad, tan inexplicable como injusta.
Es necesario exponer algunos datos a la luz del DNU 70/2023, los decretos 170, 171 y 172/2024 y la modificatoria de los decretos 504/1998 y 576/1993.
Para entender cómo llegamos hasta aquí hace falta reparar en estos indicadores:
Hasta el 31 de diciembre hubo fijación unilateral del precio de las cuotas de la medicina prepaga. A partir del año 2024 son promedios/estimaciones porque cada entidad ajusta según sus cálculos y necesidades. Veamos los indicadores desde el 1° de enero de 2024:
El recupero de la cuota sobre la inflación, desde el 1° de enero de 2024, fue del 24,4%.
Desde la regulación de la medicina privada, la diferencia entre el costo de vida y el incremento de las cuotas al 31 de diciembre de 2023 fue del 80%. Entre el costo de los medicamentos y la cuota al 31 de diciembre de 2023, la diferencia fue del 147%. Y entre el costo de salud (estimado) y la cuota al 31 de diciembre de 2023, la diferencia fue del 154%.
● Los medicamentos e insumos médicos tienen una carga tributaria del 34%, dentro de la cuota pagamos los impuestos de los bienes que deberíamos tener acceso sin cargo por los derechos emanados por la Constitución Nacional.
● Hoy el sistema de salud está en estado crítico por no decir terminal y pretender resolverlo, solamente, con incrementos de cuotas o incrementar aportes de los trabajadores formales es un error gravísimo, la única opción es trabajar sobre los costos ineficientes, la burocracia, la inequidad y el abuso. Abuso y corrupción son las consecuencias de un marco normativo lábil y una actividad, hasta ahora, sin genuina rectoría. Aun así, y después de todos los esfuerzos, los costos seguirán subiendo.
● Recordemos que el fondo tiene un componente solidario y debe destinar recursos para asistir a las obras sociales cuya cuota promedio no les alcanza para afrontar el PMO (literalmente cualquiera podría acceder bajo las condiciones actuales).
● El Gobierno es el recaudador y hay múltiples experiencias de rémora en los traslados a los aportes. Existe una confusión cuando se dice que el Gobierno asistió a las obras sociales, cuando lo que hizo fue girarles los fondos que les tenía retenidos.
● Hoy el fondo se consume en discapacidad social en un 90% (colegios, transporte y hogares para adultos mayores), un gasto incontrolable y que nunca debería haber afrontado el sistema de salud.
● Respecto de la cuota, si bien libera los aumentos de precios dice que estos deben ser “de igual proporción” para todos los afiliados. Interpretando el pensamiento del redactor, suponemos que está tratando que no se realicen incrementos a medida de un afiliado, lo cual es correcto, pero las entidades tienen diversos planes, totales, parciales, gerenciados, con copagos, cerrados, con reintegro y el comportamiento de sus costos varía según su modalidad.
Por ejemplo: un afiliado con plan cerrado, médico de cabecera, cartilla cerrada y copagos deberá según la norma recibir un aumento igual al de un afiliado de un plan abierto con reintegro y acceso irrestricto a los especialistas. Esta medida, además de ser incorrecta, será una fuente de inequidad (si no se corrige) o conflictos.
● Hay un desconcepto de base que es llamar a las entidades “agente del seguro de salud”. Nada más lejos que un seguro; si fuera un seguro, en principio, tendría límites. La Superintendencia de Seguros, vela porque nadie ofrezca un producto a pérdida ya que desfinancia al sistema y no se podrán afrontar los siniestros. El producto “Seguro” se ofrece para cubrir una necesidad específica del cliente, se plasma en una póliza y ese es un contrato inviolable (o parecido). Las entidades que ofrecen cobertura de salud son, en principio, servicios y de carácter solidario.
● Hay que evitar las normas que favorecen la concentración. Perjudican a las entidades privadas de salud, especialmente a las pequeñas y medianas, dañando también al sistema prestador, ya que la escasez de fondos deriva en la mayor concentración del mercado, perjudicando a los eslabones más débiles de la cadena.
● Sin una política nacional de salud, con una visión integral, basada en costo eficiencia y costo beneficio social, equitativa, solidaria, sustentable y estructurada en un modelo jurídico sólido, no hay futuro.
● En este momento hay estudios jurídicos que cobran 100.000 pesos por persona para iniciar una demanda colectiva por incremento de los valores de las cuotas, y abogados que tienen tarifado en 1 millón de pesos (500 y 500) para el inicio de cautelares por reclamo de cobertura. Estamos ante una proliferación de la industria del juicio, con un gran beneficio para los estudios de abogados. Normas jurídicas profusas y endebles, de neto corte voluntarista y mala redacción, son el mejor caldo en donde se cultivó una crisis sectorial de la que no se tiene precedentes ni de la que se percibe su fondo.
Se debe reforzar el concepto de libertad de precios para las coberturas médicas privadas, con un marco normativo que evite la inseguridad jurídica y le dé al afiliado un marco de previsibilidad. Hoy el sistema de salud prestador y financiador colapsaría de retrotraerse el DNU 70. Por otra parte, hay mucho para hacer en pos de un mejor sistema:
Al querer otorgar cobertura formal a monotributistas, con un aporte al sistema de la seguridad social exiguo, donde la persona con solo incorporarse al sistema, trabaje o no, obtiene la cobertura de una obra social, genera un proceso de afiliación adversa, donde la gente por una mínima cuota mensual y en algunos casos, luego de habérsele diagnosticado una enfermedad, se incorporan al sistema para que los que aportaron durante décadas los subsidien.
El Estado vuelve a hacer acción solidaria con plata ajena, no ya con la de los impuestos recaudados sino con los recursos propios de una población que aportó por obligación, tal es el caso de las obras sociales, o en forma voluntaria, como los afiliados de la medicina prepaga. Al igual que con las leyes 24.754 y 26.682, las que desde su puesta en vigencia obligaron a los afiliados de la medicina prepaga a financiar prestaciones que nunca estuvieron incluidas en sus planes, luego incorporar a mayores y enfermos y finalmente regularon los precios muy por debajo de los costos.
Este modelo tiene gran similitud con el del sistema jubilatorio: arcas vaciadas, fondos orientados a destinos distintos que para los cuales fueron concebidos, AFJP nacionalizadas, fórmulas de ajuste expoliatorias, un Estado apelando hasta la Corte Suprema de Justicia de la Nación los juicios ganados por los jubilados, donde muchas personas penaron y perdieron la vida a lo largo de este camino. Como si esto no fuera suficiente, incorporaron al sistema jubilatorio a más de 3 millones de personas que nunca habían aportado, con un modelo grotesco de justicia distributiva.
Si queremos como país tener una actitud solidaria con los adultos mayores que nunca aportaron al sistema, aprobemos una ley de pensiones no contributivas con un régimen de montos y ajustes que esté determinado por el presupuesto nacional y los recursos que el país le pueda destinar.
Por otra parte, las jubilaciones de privilegio no son solo las de funcionarios y legisladores, también coexisten un gran número de regímenes especiales que generan un modelo tanto discriminatorio como injusto.
En los últimos 70 años, por no decir más, se ha cometido un genocidio con los adultos mayores. Finalmente, luego de décadas de aportes al sistema de salud y jubilatorio, cuando más necesitan de una seguridad económica y el cuidado de su salud están abandonados a su suerte, no habiendo peor combinación que la de pobre y enfermo.
Otras medidas que ayudarían a mejorar el sistema:
Aplicando algunas de estas medidas podremos detener el deterioro al que llegó el sistema de salud, a la espera de un plan nacional que, como política de Estado, devuelva a la salud argentina al lugar que tuvo y nunca debió abandonar.
| Fuente: www.lanacion.com