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Un emporio farmacéutico argentino

Roemmers, el segundo mayor fabricante latinoamericano de medicamentos, reestructura su negocio en la región

Una farmacia en el barrio de Recoleta de Buenos Aires.
Una farmacia en el barrio de Recoleta de Buenos Aires. Silvina Frydlewsky

Cinco de los 10 medicamentos más vendidos en Argentina se fabrican en las plantas de Laboratorios Roemmers, asegura este grupo en su web. Fundada hace casi un siglo por Alberto Roemmers, un inmigrante alemán de Renania, la empresa familiar encabeza un mercado de 7.500 millones de dólares, en el que los fabricantes argentinos tienen un 64% de participación en las ventas de las farmacias. Pero eso es solo una parte del negocio. Con plantas en México, Brasil, Colombia y Venezuela, el laboratorio es, por facturación, el segundo mayor de origen latinoamericano dentro de la industria regional, según la consultora IQVIA (ex IMS). Lo supera la brasileña EMS que, sin ser una multinacional, le basta centrarse en el gigantesco mercado interno y en las exportaciones para ganar.

Roemmers comenzó la expansión internacional en los años 60 y se mantiene como uno de los grandes de la región a pesar de haberse desprendido de las firmas que operan con su nombre en América Latina. En abril, Alberto Roemmers, hijo del fundador y una de las ocho mayores fortunas argentinas, según Forbes, vendió su participación del 50% en Mega Pharma, un laboratorio con sede en Uruguay que concentra las operaciones de la marca Roemmers fuera de Argentina. La transacción, de más de 1.000 millones de dólares, según la web Pharma Biz, cierra una reestructuración que realizó la empresa hace más de 15 años.

En 2002, el consorcio de Argentina vendió una parte importante de sus empresas en el extranjero a la firma uruguaya, también fundada por la familia Roemmers junto a otros socios. El grupo bonaerense, sin embargo, conservó empresas clave en Brasil y México, y su negocio internacional despegó con otras marcas en paralelo a sus antiguas filiales.

Con la salida de Mega Pharma, Roemmers centró su actividad fuera de Argentina en la brasileña Farmoquímica y, sobre todo, en los laboratorios que operan bajo el sello de Siegfried en varios países latinoamericanos. Por el momento, se da la paradoja de que las filiales del grupo compiten con su propia marca en la región. En 1994 Roemmers compró una de las 15 empresas más importantes de la industria farmacéutica mexicana: Siegfried Rhein, entonces subsidiaria de un grupo suizo. Siegfried tiene operaciones en la mayoría de los países de América Latina, con la producción centrada en México y Colombia.

En Argentina, su mayor mercado, Laboratorios Roemmers tiene cinco plantas distribuidas entre la capital y el Gran Buenos Aires. En 2016 facturó 247 millones de dólares, según datos de la revista Mercado. Allí produce una amplia gama de fármacos y es fuerte en las líneas de cardiología, pediatría, clínica médica, geriatría y cirugía. La fábrica de medicamentos por sí sola tiene una capacidad de producción de 85 millones de unidades por año. A su vez, el grupo es dueño de los laboratorios argentinos Investi, Poen y Gramon-Millet y tiene el 44% de las acciones de Gador, uno de los tres más grandes del país.

La reciente salida de Mega Pharma fue una operación importante para el sector pero no fue el tema por el que Roemmers acaparó la atención de la prensa en los últimos meses. En febrero, Alejandro Roemmers celebró su cumpleaños número 60 en Marruecos con una fiesta para 600 invitados que costó seis millones de dólares, según la prensa local, e incluyó una actuación en vivo del cantante Ricky Martin. Era un asunto privado, pero llegó a los editoriales de los periódicos porque se produjo justo cuando la industria  farmacéutica, cuestionada por el aumento de precios, se preparaba para negociar los contratos con las mutuas sanitarias.

El comprador más importante de los laboratorias es con diferencia el Pami (Programa de Asistencia Médica Integral), la mutua de unos cinco millones de jubilados. Representa el 40% del mercado farmacéutico argentino, pero históricamente ha tenido un escaso control del Gobierno de su convenio con la industria y en ocasiones ha pagado precios más altos que otros compradores institucionales de menor tamaño, aún siendo un organismo deficitario.

Preocupado por esos números rojos, el Gobierno de Mauricio Macri impulsó diferentes estrategias para controlar el gasto del sistema, como las licitaciones y las compras centralizadas de las distintas instituciones. En línea con la nueva política, el acuerdo firmado por el Pami en marzo estableció una reducción de precios y un techo para los futuros aumentos. Significó un ahorro de unos 170 millones de euros para la entidad y una mala noticia para los ingresos de las compañías.

Auge del sector

En los últimos dos años los medicamentos se encarecieron mucho en Argentina, después de que el Gobierno eliminara los controles de precios que rigieron durante los Gobiernos de Cristina Kirchner (2007-2015). “Durante el kirchnerismo los precios de los medicamentos aumentaban menos que el nivel general de la economía, pero después del cambio de Gobierno ocurrió lo contrario”, afirma Mariángel Ghilardi, analista de la consultora Ecolatina. Con el impulso del consumo, sin embargo, el sector creció a una tasa media anual del 6,2% entre 2005 y 2015.

El director para América Latina de IQVIA, Juan Manuel Santa María, afirma que la estrategia de las empresas para eludir el intervencionismo de esos años fue el lanzamiento acelerado de nuevos fármacos. “Como el objetivo del Ejecutivo solo era que no se disparara el IPC (índice de precios al consumo), las empresas sacaban nuevos productos que no afectaban de inmediato al cálculo de la inflación”, explica Santa María. “Las compañías ponían un precio alto de lanzamiento que les asegurara un colchón en los años siguientes y compensara la caída de la rentabilidad de las enseñas más maduras”. Hubo innovaciones terapéuticas genuinas, pero también simples variaciones de los envases y presentaciones de los medicamentos ya existentes que los hacían parecer nuevos.

Frente al Consejo Consultivo de la OMS, Vizzotti renovó en Ginebra el compromiso de Argentina con el acceso global y equitativo a la salud

En su rol de vicepresidenta del Consejo Ejecutivo, la ministra se refirió a la Región de las Américas como “una de las más golpeadas por la pandemia, con enorme impacto sanitario, económico, social y hasta político, que se suma a las inequidades y a los desafíos estructurales previos a esta crisis global”.

La ministra de Salud de la Nación, Carla Vizzotti, participó en Ginebra de la jornada inaugural de la 150° reunión del Consejo Ejecutivo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en la cual destacó la relevancia de fortalecer la producción local y regional de productos y tecnologías sanitarias para evitar inequidades en el acceso a medicamentos, vacunas e insumos esenciales durante emergencias sanitarias.

“Sabemos que la emergencia generada por la pandemia ha golpeado aún más a los grupos que ya se encontraban en situación de vulnerabilidad, convirtiendo desigualdades estructurales en brechas de acceso a los derechos económicos, sociales y sanitarios”, indicó la ministra en el acto de apertura.

Tras brindar detalles del avance del Plan Estratégico de Vacunación contra la COVID-19 que impulsa el Gobierno nacional, el cual alcanzó ya al 90,7% de la población mayor de 3 años con esquema de vacunación iniciado y al 78,6% con esquema completo, la ministra se refirió al trabajo de fortalecimiento y expansión de la producción local y regional de vacunas.

Así, mencionó la participación de nuestro país en las cadenas de producción de AstraZeneca y Sputnik V, como así también en proyectos de producción nacional de cuatro vacunas candidatas que se encuentran en fase de investigación clínica. “Esto no hubiera sido posible sin la colaboración del sistema científico argentino y el sector productivo nacional”, reconoció, y añadió que “nos enorgullece haber sido seleccionados por OPS/OMS, junto con Brasil, para la creación de dos centros de desarrollo y producción de vacunas con tecnología de ARNm, un paso más hacia la equidad en el acceso en la Región de las Américas”.

Vizzotti compartió además experiencias del liderazgo argentino en la reducción de brechas en el acceso a bienes esenciales en la región. “Inspirada en los principios de equidad, cooperación y solidaridad, Argentina inició un proceso de donación de vacunas, habiendo distribuido a la fecha más de 5 millones de dosis a países de América Latina y el Caribe, Asia y África”, puntualizó y agregó que “hasta que no accedan a la vacunación todos los países del mundo, no daremos vuelta la página de esta crisis humanitaria sin precedentes en este siglo”.

En este marco, explicó que nuestro país priorizó “una estrategia progresiva, guiada en la primacía de los cuidados, el abordaje con anclaje comunitario basado en la evidencia científica y la permanente búsqueda de consenso federal en nuestras acciones”. Así, la ministra indicó que ante el alarmante aumento de los padecimientos de salud mental a partir del impacto de la pandemia en el mundo, Argentina inició un abordaje transversal, intersectorial y comunitario “que no sólo reforzó mecanismos de coordinación de salud mental y apoyo psicosocial en emergencias, promovió la capacitación y actualizó y diseñó protocolos, sino que además incorporó por primera vez medicamentos para la atención en salud mental en el Botiquín Remediar, la principal estrategia para el acceso a medicamentos esenciales que distribuye el Estado nacional de forma gratuita”.

En línea con lo expuesto, Vizzotti comunicó que nuestro país presentó, junto a Brasil y Sudáfrica, un proyecto de decisión para extender hasta 2030 la aplicación de la Estrategia Mundial y Plan de Acción sobre Salud Pública, Innovación y Propiedad Intelectual. “Reafirmamos nuestro compromiso para continuar trabajando a nivel regional y global en aquellos desafíos sanitarios que requieren el esfuerzo mancomunado de la comunidad internacional”, finalizó.

|Fuente: www.www.argentina.gob.ar

La CGT insistirá ante Alberto Fernández en soluciones para la crisis de las obras sociales y pedirá designar al nuevo superintendente de Servicios de Salud

Compartirán un almuerzo este jueves en la Quinta de Olivos. La central obrera teme que un kirchnerista reemplace al fallecido Eugenio Zanarini. Los sindicalistas exigirán la reanudación del IFE y del ATP, aunque hay dudas porque el reclamo se utiliza para desgastar al ministro Guzmán

Alberto Fernández y la CGT en Olivos, en el último encuentro que mantuvieron, el 18 de diciembre pasadoAlberto Fernández y la CGT en Olivos, en el último encuentro que mantuvieron, el 18 de diciembre pasado

La Confederación General del Trabajo (CGT) almorzará este jueves con Alberto Fernández en la Quinta de Olivos y tiene un menú de reclamos para poner sobre la mesa, aunque hay uno que se destaca por su urgencia: volverá a pedirle auxilio financiero para las obras sociales, cuya crisis se agrava por una combinación explosiva de gastos en alza, un déficit mensual que crece y problemas de financiamiento que no se solucionan.

Hay un tema más que surgirá durante el reencuentro entre la central obrera y el Presidente (la última reunión se hizo el 18 de diciembre): quién será el reemplazante del fallecido Eugenio Zanarini al frente de la Superintendencia de Servicios Sociales (SSS), un organismo clave para el sindicalismo porque administra los millonarios fondos de las obras sociales. La CGT pedirá proponer el nombre del nuevo superintendente, aunque sabe que Cristina Kirchner se opone a otorgarle ese poder, tal como lo hizo durante su gobierno.

Antes de asumir la Presidencia, Alberto Fernández se había comprometido a que designaría al frente de la Superintendencia a un candidato propuesto por la CGT. Por eso la central obrera eligió a David Aruachán, un médico cirujano vascular de 50 años, que presidía la obra social y la prepaga de la Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN), y durante algunas horas ese nombre circuló como el nuevo presidente de la Superintendencia.

Sin embargo, según la CGT, Cristina Kirchner se opuso a que los fondos de las obras sociales fueran administrados por alguien vinculado con el sindicalismo y así se cayó el acuerdo alcanzado con el Presidente. Aruachán quedó como gerente general de la Superintentencia. Ginés González García designó como titular de la SSS a Zanarini, un experto al que conocía porque secundó en la Universidad Isalud, fundada en 1991 por el ministro que perdió su cargo por el Vacunatorio VIP.

Ginés González García y el fallecido Eugenio Zanarini
Ginés González García y el fallecido Eugenio Zanarini

La relación de la CGT con Zanarini comenzó de manera tormentosa porque los sindicalistas objetaban la “discrecionalidad” del funcionario para distribuir los fondos de las obras sociales que se destinan a los reintegros de las prestaciones de alta complejidad: a principios de 2020, por ejemplo, la cúpula cegetista se quejó ante el titular de la SSS porque del Fondo Solidario de Redistribución se repartieron $2.800 millones en marzo y $4.000 millones en abril con un criterio que privilegió a la obra social de Camioneros y relegó a las que pertenecían a sindicatos más numerosos.

Tras la protesta de la CGT, Zanarini tomó en cuenta las observaciones, distribuyó el dinero de manera equitativa y logró convertirse en el interlocutor más confiable del gremialismo dentro del Gobierno para solucionar cuestiones específicas vinculadas con los fondos de las obras sociales, aun mejor que Ginés González García. Y hacia fines del año pasado se ganó la confianza de la central obrera porque el titular de la SSS rechazó la reforma del sistema de salud que proponía el kirchnerismo duro y que implicaba una virtual apropiación del dinero que recauda el sistema sindical de salud.

La CGT teme que la enorme influencia de la Vicepresidenta en el Gobierno derive en la designación en la Superintendencia de algún kirchnerista duro. En los últimos meses trascendió que podría regresar a ese puesto Liliana Korenfeld, que fue titular de la SSS durante el gobierno de Cristina Kirchner y en cuya gestión se hacía una distribución arbitraria de los fondos de las obras sociales para disciplinar políticamente a los sindicalistas.

De todas formas, los dirigentes cegetistas insistirán ante el Presidente en la necesidad de que el Gobierno aplique medidas que alivien la desfinanciación del sistema sindical de salud, cuyo déficit continúa creciendo a un ritmo de $1.500 millones por mes. El mismo reclamo se lo hicieron al primer mandatario en los tres últimos encuentros que se realizaron el año pasado en Olivos, pero nunca se dispuso una ayuda concreta.

La CGT teme que la kirchnerista Liliana Korenfeld vuelva a la Superintendencia de Servicios de Salud
La CGT teme que la kirchnerista Liliana Korenfeld vuelva a la Superintendencia de Servicios de Salud

La central obrera propuso al Ministerio de Salud, entre otros puntos, que el Estado se haga cargo de pagar los medicamentos más caros mediante un fondo especial destinado a ese fin y también el el 100% algunos de los gastos por discapacidad, aumentar la cápita que pagan los monotributistas para acceder a la atención de la obra social y el descuento del 15% destinado al sistema de obras sociales a quienes pagan una diferencia para atenderse en una prepaga y que actualmente no aportan al Fondo Solidario de Redistribución.

Como anticipó Infobae, los números de las obras sociales son muy preocupantes: el Fondo Solidario de Redistribución (FDS), el corazón del sistema, que se nutre del aporte mensual de trabajadores y contribuciones patronales para financiar los reintegros de las prestaciones de alta complejidad y medicamentos costosos, recaudó en 2020 unos $64.000 millones, pero, en el mismo período, gastó $79.000 millones.

El déficit del FSD ascendió a más de $15.000 millones en 2020, con egresos que superan a los ingresos en un 20% (algo que se repite desde 2017), y para este año se estima que será de $20.000 millones, e incluso podría ser de $31.000 millones si el Gobierno concreta un aumento de las prestaciones por discapacidad, que tienen una alta incidencia en el gasto total (y elevaría el déficit mensual de $1.500 millones a $2.600 millones).

El mayor porcentaje de los gastos del sistema de obras sociales (casi un 37%) corresponde al pago del rubro discapacidad (rehabilitación, tratamientos, educación y transporte), que en 2020 representó unos $28.700 millones. A través del programa oficial llamado Integración se pagan las prestaciones básicas para beneficiarios con discapacidad mediante dinero que provienen del FDS.

El déficit de las obras sociales sigue creciendo al ritmo de $1.500 millones por mes en medio de la pandemia El déficit de las obras sociales sigue creciendo al ritmo de $1.500 millones por mes en medio de la pandemia

Los dirigentes gremiales alertan que el gasto en este sector estaba dirigido en 2017 a 54.086 personas y que hoy llega a 91.906. Y con un gasto real que pasó de $6.900 millones en 2017 a $28.752 millones en 2020 (lo que representa un crecimiento de más del 400%). El gasto promedio por beneficiario con discapacidad financiado desde el FSD es de 36.000 pesos (en junio 2020) y el 50% de esa cifra es para educación y transporte (unos 1200 millones de pesos por mes).

Del FDS también surge la plata para pagar los subsidios automáticos correspondientes a los programas SUMA, SANO y SUMA 65, dirigidos a financiar las prestaciones de los mayores de 65 años (unos 350.000 jubilados que no están en el PAMI) y de los monotributistas (2 millones de personas). Este rubro representa un 33% del gasto total y el año pasado ascendió a $26.200 millones.

Por otra parte, la Superintendencia de Servicios de Salud tenía una deuda en enero de 2021 de $9.150 millones en concepto de expedientes analizados y solicitudes presentadas para reintegros por tratamientos de alta complejidad a través del SUR (Sistema Único de Reintegros), que equivale a un 31% del gasto total y que alcanzó $24.190 millones en 2020. La deuda proyectada para 2021 es de $35.000 millones, considerando el atraso de solicitudes de reintegros debido a la pandemia.

La delegación de la CGT que se reunió con Alberto Fernández el 1° de diciembre pasado            La delegación de la CGT que se reunió con Alberto Fernández el 1° de diciembre pasado

Más allá de la crisis de las obras sociales, la CGT tiene previsto plantearle al Presidente que el Gobierno reanude la ayuda económica a trabajadores y empresas afectadas por la crisis derivada de la pandemia, como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y el Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP), que se otorgaron durante la cuarentena obligatoria más estricta y finalizaron el 31 de diciembre.

Sin embargo, los dirigentes gremiales dudan en reiterar ese pedido porque pueden quedar atrapados sin quererlo en la dura interna del oficialismo que estalló por el aumento de las tarifas: el kirchnerismo está exigiendo que vuelva a pagarse el IFE como una forma de hostigar al ministro de Economía, Martín Guzmán, que recortó esos beneficios para permitir una baja del déficit fiscal. El propio Alberto Fernández descartó que se reanude el pago de ese subsidio: “No tengo previsto que vuelva por ahora el IFE porque la economía está funcionando”, aseguró el mes pasado.

La CGT, por otra parte, le confirmará al Presidente que busca concretar su renovación de autoridades para septiembre u octubre. Si bien Alberto Fernández siempre afirma que no quiere meterse en la interna sindical, en su mensaje por el Día del Trabajador, el sábado pasado, exhortó a los distintos sectores del gremialismo a unirse porque ese es “el modo en que se multiplica la fortaleza de los que trabajan”.

|Fuente: www.infobae.com.ar

“Hoy el plasma es el único remedio probado contra el COVID-19″

En una entrevista con Infobae, Luis Sarotto, presidente de la Asociación Médica del Hospital de Clínicas, contó de qué se trata este tratamiento, cuáles son los requisitos para ser donante y en qué casos está indicado. “Donar plasma es un acto de amor”, aseguró.

“Hoy el plasma es el único remedio probado contra el COVID-19″(Shutterstock)

En plena pandemia de COVID-19, y cuando el mundo entero está en una carrera contrarreloj para hallar una vacuna o, al menos, encontrar un fármaco seguro que detenga a este nuevo virus, el plasma de pacientes recuperados surge como la mejor alternativa, ya que, según los expertos, se trata del único “remedio” que hoy está disponible. Sin embargo, al ser un recurso tan escaso, es fundamental apelar a la solidaridad de los posibles donantes y llevarles la tranquilidad de que el procedimiento de extracción no conlleva ningún riesgo para su salud. En esta entrevista con Infobae el doctor Luis Sarotto (MN 78073), presidente de la Asociación Médica del Hospital de Clínicas y profesor titular de Cirugía de la Universidad de Buenos Aires,despeja todas las dudas.

-¿De qué se trata el plasma?

-Hace un siglo, en la cuarta cátedra de la Facultad de Medicina del Hospital de Clínicas, se hizo la primera transfusión de sangre citratada, así que este es un tema del cual conocemos mucho. En la Argentina, ya teníamos antecedentes muy bueno en transfusiones con plasma inmune en la fiebre de los rastrojos, conocida como “enfermedad de Junín”. Eso fue hace 50 años y tuvo un resultado excelente en nuestro país, en una epidemia similar a la de ahora.

En el caso del COVID-19, la hidroxicloroquina pasó de ser un ángel a convertirse en un demonio. También, se pensaba que los antivirales podrían ser la solución, porque al principio venían muy bien, pero después se convirtieron en un “ni”. Incluso, se desarrollaron drogas que se creyeron que podrían generar un impacto importante en la enfermedad y no lo hicieron. A partir de todo esto, comienza la idea de retomar un tratamiento histórico: el plasma del paciente convaleciente, que no es nada nuevo.

-¿Cómo funciona el plasma una vez que entra al organismo?

-Cuando una persona se contagia una enfermedad viral como el coronavirus o la hepatitis, por ejemplo, rápidamente se generan dos tipos de anticuerpos: la inmunoglobulina M (IgM) y la inmunoglobulina G (IgG). La primera brinda inmunidad inmediata: rápidamente sube y, del mismo modo, desaparece. Podríamos decir que se trata de la primera fuerza de ataque. Por su parte, la inmunoglobulina G es la que genera una memoria inmunológica contra la enfermedad. Esta es la que uno mide cuando está vacunado. Por ejemplo, cuando una persona se vacuna contra la hepatitis o el sarampión y se mide la inmunoglobulina G, que para esa enfermedad la va a tener elevada, lo que significa que adquirió defensas y que no se va a enfermar.

Entonces, el paciente convaleciente aumenta la inmunoglobulina M, que es la que baja y no nos sirve, pero a partir de los 7 días y en forma persistente, mantiene elevada la inmunoglobulina G. Cuando esta última es extraída de la sangre a través de la plasmaféresis, la persona contagiada de COVID-19 recibe una transfusión que le brinda un número de anticuerpos muy importante, antes de que su organismo los haya podido fabricar.

Por eso, lo importante es darle el plasma al paciente que se interna con algunos criterios de gravedad de mal pronóstico -por comorbilidades o enfermedades asociadas- o que ya tiene disnea o fiebre, y cuyos resultados de laboratorio indican que se trata de un paciente de alto riesgo. Ese es el paciente que más se beneficia con el plasma, porque se le están dando los anticuerpos que aún no fabricó y que lo ayudan a combatir la enfermedad, desde el primer momento en que se internó. Por eso, que el plasma no sirve en los casos de pacientes que ya se encuentran en un muy mal estado general.

-¿Podemos decir que el plasma no es para cualquier paciente?

-Si tuviéramos un banco de plasma infinito, se lo daríamos hasta a los médicos que tienen que atender a los pacientes con COVID-19, para que ya pudieran tener anticuerpos. Pero tenemos la limitación de que no cualquiera puede ser donante: el porcentaje de donantes es alrededor del 20% de los pacientes enfermos.

La parte buena es que un enfermo puede generar tres donaciones, porque no se dona todo sino que con la plasmaféresis la sangre sale, pasa por una máquina, se le quita el plasma con esos anticuerpos y la sangre se vuelve a introducir en el organismo. Por eso, se puede donar hasta tres veces en un término corto de tiempo, un mes o un mes y medio, según el paciente.

-¿Que requisitos se necesitan para poder donar plasma?

-Ser mayor de 18 años y menor de 65, no tener enfermedades graves asociadas (diabetes, infartos, stent etc.), no tener enfermedad cardiovascular severa y no haber tenido embarazos.

Para ser candidato a donar plasma hay que cumplir varios requisitos. En muchos casos, las personas no pueden hacerlo porque tienen tatuajes, por la promiscuidad sexual, por drogas, por ser mayores de 65 años, por haber tenido infartos, por tener obesidad, por comorbilidades, por tener alto riesgo de enfermedades infecciosas y por muchos otros impedimentos, que incluyen a las mujeres que tuvieron hijos. Ellas tienen la posibilidad de haber generado anticuerpos por la compatibilidad materno-fetal, pero esos anticuerpos pueden hacer que el paciente que los recibe genere una reacción alérgica muy grave.

Entonces, como hay que sacar a todos esos casos, de 10 donantes pueden quedar sólo 2. Es muy difícil juntar plasma pero estamos pudiendo hacerlo, porque la Argentina es un país muy solidario en ese sentido.

Estamos juntando mucho plasma y se lo brindamos a varios servicios médicos, públicos y privados. Incluso, el Hospital de Clínicas firmó un convenio con varios municipios de la provincia de Buenos Aires, a través del cual ellos nos mandan donantes y nosotros les damos plasma.

-¿Cuándo una persona recuperada de COVID-19 ya puede donar plasma?

-El momento a partir del cual puede donar va variando, porque en el momento más crítico han llegado a ser donantes todos los pacientes que estuvieron 21 días sin síntomas y sin ningún otro estudio. Entonces, lo consideramos donante potencial.

Para ser donante en nuestro país, hay que tener una PCR negativa y un dosaje alto de anticuerpos. O sea, mientras la PCR sea positiva no se puede ser donante. Por ello, el día 21 se hace una PCR para ver si la persona está curada. Teóricamente, la persona ya lo está porque, si estuvo 21 días sin fiebre y está asintomático, sabemos que ese paciente anda bien. Pero, la PCR negativa es equivalente a poner la firma y el sello a ese estado de salud.

También, hemos visto a pacientes que recién negativizan la PCR hasta 45 días después. No se sabe si eso pasa porque están enfermos porque tienen el virus o porque tienen fragmentos de éste que hacen que la PCR sea positiva. No hay forma de determinar lo contrario y tenemos que atenernos al resultado de la PCR.

-¿Cuesta que un paciente ya recuperado de COVID-19 quiera volver a un hospital para donar plasma?

-A veces se complica porque hay personas que la pasaron mal. Hay que saber que, cuánto mas grande es el paciente, más anticuerpos fabrica. Por ejemplo, un paciente de 23 años pudo haber pasado esta enfermedad de un modo tranquilo y sus anticuerpos pueden ser bajos, ya que las enfermedades en los jóvenes son menos virulentas. En el caso de los adultos, esto es muy diferente, porque fabrican más anticuerpos y las enfermedades son más graves.

Como se trata de una enfermedad de declaración obligatoria, tenemos un registro de posibles donantes. Entonces los llamamos, les decimos que los necesitamos y que pueden salvar tres vidas. Es raro que una persona sepa que poder salvar 3 vidas está en sus manos y no venga a donar. Lo más probable es que lo haga.

Una persona puede donar dos dosis de plasma, con un intervalo de 48 horas. Algunas personas pueden donar tres veces el equivalente a dos dosis, otros pueden donar hasta tres dosis… todo es de acuerdo al nivel de anticuerpos que tenga en su organismo. La transfusión de anticuerpos es un medicamento: en vez de dar un antibiótico, damos plasma. Básicamente, estamos hablando de lo mismo.

El plasma es el único tratamiento que, estadísticamente, está demostrando un cambio en la historia natural de la enfermedad. Es el único remedio probado contra el COVID-19 y es un remedio que la gente lleva en su sangre. Por eso, estamos muy entusiasmados.

 

-¿Cuánto tiempo tarda el plasma en hacer efecto en el organismo y cuántas dosis se necesitan?

-Estamos viendo que, en apenas 24 horas, hay un cambio muy importante en el estado clínico del paciente. En 24 horas, cambian la placa y la tomografía. Es muy veloz.

El procedimiento para la persona que lo recibe es muy rápido y sólo se necesitan 15 minutos para una dosis de 200 ml. Pensemos que, cuando a una persona la operan de apendicitis se le pone un suero de medio litro, así que un suero de 200 ml se pasa muy rápido.

Habitualmente, se hace en dos dosis de 200 ml, excepto que haya un paciente con una evolución tan fantástica con la aplicación de la primera que no necesite de la segunda. Pero, lo habitual es usar dos dosis.

-¿Haber tenido la enfermedad brinda inmunidad?

-Es así. Como se trata de una enfermedad tan nueva cuesta poner el sello pero cualquier enfermedad que deja una IgG alta hace que la persona sea inmune. Si una persona se vacunó contra la hepatitis B no se la contagia, porque tiene una IgG alta y porque para eso se vacunó. La gente se vacuna para tener IgG: si una persona se enferma, se cura y tiene IgG ya está vacunada. Entonces, no hay mucho que discutir.

-¿Qué pasa con la inmunidad de rebaño?

-La inmunidad de rebaño es una historia que tiene otra connotación, porque está demostrado que generar inmunidad por contagio provocado es de alto riesgo, muy peligroso y puede generar más consecuencias negativas que positivas. Hay personas que dicen que preferirían enfermarse ahora, incluso, para asegurarse una cama en terapia intensiva. Eso es una locura, porque nadie sabe cómo va a reaccionar su organismo frente a este virus.

-¿Cualquier paciente de COVID-19 puede acceder al plasma? ¿Es gratuito?

-Todo el mundo puede y debería acceder al plasma si vivimos en un país justo, porque esto es gratuito. La Facultad de Medicina ha destinado un presupuesto para el desarrollo y el estudio de los anticuerpos. Nosotros necesitamos que la gente se esfuerce en conseguir donantes porque el plasma es un recurso escaso. Pedirlo es fácil, pero nosotros estamos muy angustiados en conseguirlo. Hace un mes y medio el plasma era un proyecto en el Hospital de Clínicas, y eso que somos de los primeros junto con el CEMIC. Entonces, el tiempo ayuda a generar una preparación.

-¿Qué mensaje le gustaría dejarle a aquellas personas que pueden ser donantes pero no se animan a volver a un centro médico?

-Principalmente, donar no conlleva un riesgo para el donante. No es riesgoso: no se pone en riesgo la vida. Es un acto de altruísmo maravilloso. Sentir que uno da una parte de lo que tiene adentro para salvar otra vida es un acto de amor. Si cuando uno estuvo enfermo hubo alguien que lo cuidó, eso es lo que uno tiene que hacer hoy con quien ahora lo necesita. Donar plasma es un acto de amor.

|Fuente: Infobae