El aumento de ocupación que se produjo en las últimas semanas de las camas de terapia intensiva de la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano (el AMBA) está comenzando a preocupar a los especialistas. Si a esto se suma el número creciente de casos confirmados y la alta positividad en los tests de rastreo (ayer, la informada por la Ciudad fue del 56%), en el corto plazo el combo puede ser explosivo, advierten.
“Estamos todos preocupados, yo también -afirma el infectólogo Omar Sued, miembro del comité asesor del Ministerio de Salud de la Nación-. Por un lado está la velocidad de ocupación y por otro, la rotación, que en los pacientes con Covid es muy lenta. No son infrecuentes las internaciones largas: en la literatura internacional se habla de un promedio de 28 días. Y esto complica muchísimo el panorama si uno ve que la curva no baja, porque entonces en los próximos días va a seguir aumentando”.
Rodrigo Quiroga, bioinformático del Conicet y de la Universidad Nacional de Córdoba, fue uno de los primeros en dar la voz de alarma. “Si uno analiza los números del último mes, puede advertir que los casos diarios se multiplicaron por cuatro, y los internados por Covid en terapia intensiva, por 3. Eso es muy contundente, y muestra que no estamos para nada ‘amesetados’. Hace un mes teníamos unos 250 casos y unos seis ingresos a terapia intensiva por día, y hoy estamos en alrededor de 1200 casos diarios y unos 17 o 18 ingresos a terapia. Puede parecer que no aumenta de manera alarmante, pero eso es lo que ocurre con el crecimiento exponencial: la velocidad a la cual va aumentando es cada vez mayor. Si uno mira lo que pasaba hace un mes en Chile, estaba en una situación muy similar: ocupación de camas entre el 50 y el 60% y alrededor de 1000 casos diarios. Hoy está con su sistema de salud colapsado y 5000 casos por día”.
En declaraciones periodísticas, Claudio Belocopitt, actualmente presidente de la Unión Argentina de Entidades de Salud, manifestó algo similar: “Si se mantiene estable el número de casos, en cuatro o cinco semanas podría colapsar el sistema de salud”.
Consultado acerca de estas afirmaciones, el ministro de Salud de la Ciudad, Fernán Quirós, respondió a LA NACION: “El subsector público tiene destinadas 300 camas de UTI a Covid y en el momento hay 136 internados (113 con asistencia respiratoria mecánica) [hoy ya son 143 los internados]. Estamos trabajando para agregar 100 en las próximas semanas. En los privados, las camas totales de terapia intensiva son alrededor de 1650, con un número estimado de 1200 para Covid, aunque estos son datos extraoficiales, con cierto nivel de exactitud. Por Covid, la ocupación en este momento sería de alrededor del 35%”.
Agregó que solo se preocuparía si se dispara el “número de reproducción” (R: la cantidad de personas a las que les transmite el virus cada confirmado). Según los cálculos de la Ciudad, dados a conocer en la última conferencia de prensa por Horacio Rodríguez Larreta, este indicador rondaría R=1,13. Cabe destacar que, si ese valor supera R=1, antes o después, el número de casos superará inexorablemente el de recursos disponibles, tanto en lo que respecta a camas y respiradores, como a médicos, enfermeras, y personal técnico y de maestranza. Acerca del número de internados en terapia intensiva en la Ciudad cabe mencionar que el 27 de mayo eran 82, y hoy son 143.
Cambio de rumbo
Para Rosa Reina, presidenta de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva, “con covid están ocupadas entre el 35 y el 45% de las camas, dependiendo de los lugares; pero cuando se considera tanto los pacientes con Covid como los demás, ese porcentaje ronda el 70% y fue avanzando en las últimas semanas”.
La especialista destaca que la mayor preocupación en este momento son precisamente las camas destinadas a los pacientes que llegan por otras causas, porque los “sospechosos” que se internan en el área Covid, cuando reciben el resultado negativo, tienen que ser derivados a las terapias intensivas generales, que son las que se están completando.
“Hace un mes y medio -subraya-, la ocupación de las ‘no Covid’ era de entre 40 y 50% por el descenso de los traumas y las cirugías programadas. Pero en este momento empezaron a llenarse por los ACV, otras patologías respiratorias y operaciones que tuvieron que retomarse. En el Hospital San Martín de la Plata tenemos el área de terapia intensiva ‘no Covid’ llena”.
No es el único ejemplo. Según el infectólogo Tomás Orduna, miembro del comité asesor, la terapia intensiva del Hospital Muñiz tiene una ocupación del 60%. Daniel Prieto, jefe de Terapia Intensiva del Hospital Ramos Mejía confirma que, de 16 camas, 14 están ocupadas por pacientes con Covid. Ricardo Valentini, de Cemic, afirma que en este momento tienen 90% de ocupación (40% Covid). Pablo Pratesi, del Hospital Austral, destaca que están ocupadas 18 de sus 19 camas (cuatro con Covid, con neumonía y altos requerimientos de oxígeno).
“Es previsible que la curva de pacientes con coronavirus va a terminar desplazando a los que padecen otras afecciones -agrega-. Nosotros tenemos 48 respiradores, así que podemos ‘terapizar’ otras áreas del hospital, pero no sé cuántos lugares pueden hacer lo mismo”. Miguel Blasco, coordinador de terapia intensiva del Hospital Cuenca Alta, en la Provincia de Buenos Aires, señala que allí la ocupación es de un 80% (30% por Covid). Y fuentes extraoficiales indican que el Hospital Fernández tiene su terapia intensiva completa desde hace dos semanas, y que en el Durand “están trabajando 14 horas por día y no dan abasto”. En el Hospital Penna estarían evaluando destinar otro piso a terapia intensiva porque el que tienen ya está todo ocupado.
Datos de la Provincia de Buenos Aires, suministrados por Enio García, jefe de asesores del gobernador Axel Kicillof, indican que el promedio de ocupación del Conurbano es del 59%, con distritos que llegan a un 95% de ocupación. “Estamos siguiendo muy de cerca estos números diariamente -afirma-. Por suerte tenemos un sistema en red y si un municipio llena su capacidad, vamos enviando a otros. Pero tenemos una luz roja encendida, porque en 30 o 40 días podemos llegar a colapsar”.
Sin pérdida de tiempo
Para Quiroga, más allá de la precisión de la fecha que calculemos, está claro que vamos en esa dirección: “No podemos pensar que los casos en CABA están estabilizados cuando hay 56% de positividad. El gran problema ahora es la cantidad: porque una cosa es rastrear cinco casos y otra, 1200. Con estos números surge un problema de escala gigantesco y que cada vez va a ser peor”.
Según el investigador, no queda otra posibilidad que barajar y dar de nuevo: volver a un aislamiento estricto durante por lo menos dos semanas para detener la transmisión. “Pero es imposible si no hay un objetivo claro y unificado -reconoce-. La cuarentena sola no sirve. Claramente, hay que usar ese tiempo para poner en marcha un rastreo que, a esta altura, grosso modo exige unas 5000 personas. Si se logra disminuir los casos a entre 500 y 700 por día, va a ser más fácil”.
Sued coincide: “Lo que falta aquí es una convocatoria a la mística popular: todos contra esto. Paremos dos semanas el país para identificar los casos, aislarlos rápido. Que intervenga la Cruz Roja, voluntarios, el ejército, Defensa Civil, Cáritas. y tratemos de avanzar. Porque pareciera que está todo controlado y no es así. Los 20 casos de Formosa son nuestros, lo mismo que los focos en otras provincias. Tenemos que preguntarnos si estamos haciendo todo lo que podemos hacer. Creo podemos hacer mucho más”.
Guillermo Durán, coordinador de un grupo de más de 50 matemáticos, bioinformáticos y científicos de datos de la UBA y otras universidades, dice: “Las herramientas que tenemos para lograr frenar el virus son limitadas, pero fáciles de enunciar: se trata de reducir drásticamente la movilidad en el AMBA, mantener una distancia de al menos dos metros con cualquier persona con la que interactuemos, usar tapabocas en la interacción pública y seguir con las medidas de higiene, facilitar las herramientas para encontrar a las personas con las que uno estuvo en contacto si recibe un resultado positivo del test (llegar antes salva vidas), generar equipos masivos de voluntarios y voluntarias que apoyen las tareas de seguimiento de contactos, y fortalecer el acompañamiento a las personas en los procesos de detección y aislamiento.
“Hay que entender cabalmente que contagiarse es un accidente, evitar la propagación es una responsabilidad. Y un acto de amor y cuidado. No podemos perder más tiempo”, subraya el científico.