Jorge Colina*
En Argentina, el sector privado de la salud es mayoritario. Por ejemplo, hospitales públicos en todo el país hay unos 1.500. Pero clínicas y sanatorios privados hay cerca de 4.000 y centros de análisis clínico e imágenes privados 20.000. Los médicos en todo el país llegan a 200.000 con una cantidad similar de enfermeros. Tanto médicos como enfermeros suelen combinar su trabajo en el sector público con la práctica privada.
La mayoría de la gente que accede un médico, un centro de diagnóstico o una clínica privada lo hace a través de una obra social o empresa de medicina prepaga. Es decir, hace un aporte mensual a la obra social o prepaga y éstas contratan médicos, centros de diagnósticos, clínicas y sanatorios en donde sus afiliados se atienden. Luego, la obra social y prepaga les pagan a los prestadores médicos.
Cuando vino la pandemia, el Gobierno decidió congelar los precios de las prepagas que, a su vez, tuvieron que congelar los honorarios y aranceles médicos. Luego vino el 2021 y en la primera mitad del año el Gobierno se mantuvo reticente a actualizar los precios de las prepagas, los honorarios y los aranceles.
En junio del 2021 se produjo el pico de la segunda ola de Covid y la medicina privada colapsó por la cantidad de pacientes, el aumento en el precio de los insumos y los honorarios y aranceles médicos muy retrasados.
La situación fue tan crítica que hubo una presentación colectiva a la Justicia pidiendo que ordene al Gobierno a ajustar los precios. El juez debe haber estado asustado (con la segunda ola) porque les hizo lugar al toque.
El Gobierno, entonces, dio aumentos discrecionales durante la segunda mitad del 2021 y la primera mitad del 2022, mientras diseñaba una fórmula de ajuste automático para los precios de la medicina prepaga.
Esta fórmula nació en junio de 2022 con el nombre de “Indice de Costos de Salud” y debutó en agosto de 2022 con un aumento bimestral de 11%, otro en octubre de 11% y en diciembre de 13%. Más o menos como viene la inflación, que es 6% mensual.
Claro, pero como hubo unas recomposiciones parciales en la primera mitad de 2022, con la acumulación de los 3 aumentos del Índice de Costos de Salud en la segunda mitad del 2022, el incremento total en el precio de medicina privada será del 114%. Esto es más que el 100% de inflación que se espera en diciembre del 2022.
Entonces vino un tuit de la vicepresidenta de la Nación diciendo que esto era inaceptable. El resto del gabinete, comenzando por el presidente y siguiendo por el Ministerio de Salud, en lugar de parar la pelota y explicarle a la vicepresidente que puede estar equivocada, que esta historia se remonta al congelamiento de la primera ola del Covid, reaccionaron intempestivamente cambiando la fórmula por otra que toma el 90% de la variación del RIPTE (el índice que mide la variación observada en los salarios y es con el que se ajustan las jubilaciones).
¿Cuál tendría que haber sido la respuesta al tuit de la vicepresidenta? El resultado de hacer los cálculos desde el 2020.
En el 2020, el Gobierno había autorizado sólo 10% de ajuste en los precios de la medicina privada, cuando la inflación fue del 36%. En el 2021, el ajuste en la medicina privada fue de 47% cuando la inflación fue de 51%. En el 2022, el ajuste de la medicina privada será de 114% y la inflación será de 100%.
Si uno capitaliza todos estos aumentos da que los precios de la medicina privada están todavía 15% por debajo, en términos reales, que antes de la pandemia. La respuesta al tuit era que el aumento de este año por encima de la inflación sólo compensaba parte de lo perdido en la pandemia. Pero bueno, ya está.
Bueno, no. Porque definiendo que la nueva fórmula de ajuste será sólo el 90% de la variación de los salarios de la economía significa que los precios de la medicina privada siguen desvalorizándose. Al cabo de un año, o sea, en diciembre del 2023 habrán perdido 5% adicional al 15% que no pudieron recuperar por el tuit de la vicepresidenta.
El público muchas veces ve con buenos ojos el congelamiento de precios de las prepagas. Lo que pasa es que son ojos que no ven que, lo que la prepaga no recibe, no se lo paga a los médicos. El resultado: no hay turnos, aumentan los copagos, los médicos están insatisfechos, se compran menos insumos o de peor calidad. Todo lo cual lleva a la pérdida de la calidad médica en la Argentina que supo ser de avanzada.
Botón de muestra. En los hospitales públicos y en las clínicas privadas no se logran ocupar todos los cupos disponibles para residencias médicas. Especialidades críticas, como pediatría y medicina general, no tienen suficientes residentes. No hace falta ser adivino para darse cuenta que esto llevará a la falta de médicos. Esta es otra de las manifestaciones de los daños que provoca la demagogia.
La demagogia es la negación a la buena práctica de hacer política pública basada en la evidencia, que es como debe ser hecha -dicen los médicos- la buena medicina
| Fuente: www.eleconomista.com.ar